HACER EL AMOR BAJO LA LLUVIA
Hoy doy gracias a Dios por darme la gran oportunidad
de mi vida, hacer el amor bajo la lluvia. Cuando la tarde,
iba cayendo y el cielo se tornaba gris, mi vista languidecía
de una forma muy sutil.
Siempre había habitado en mi la fantasía, de hacer el
amor bajo la lluvia algún día. Los dos caminábamos muy
de prisa, porque el cielo estaba muy nublado y lo lejos se
deja ver una casita de zinc exclusiva para dos enamorados.
Entramos a nuestra nueva morada con la intención de hacer
el amor hasta la madrugada. Era algo muy sublime, porque
cada gota que caía nos hacía más sensibles.
De repente comenzamos a sudar como si los dos fuéramos
un gran torrencial. El sonido de la lluvia al caer, era como un
combustible que nos hacía encender.
Todavía hoy esas gotas presvalecen en mi término largo
de memoria, como algo que nunca se borra. Los dos
parecíamos principiantes, no queríamos terminar porque
nos quedaba mucho aguante.
Casi puedo memorizar cada clavo que en el techo clavaron
al fabricar. Los dos nos turnábamos para verlos, mientras
nuestras ojos relampaguiaban hacia el cielo.
Dicha casita nunca jamás la podremos olvidar, porque en
ella los dos supimos amar y nuestros cuerpos
aprendieron a templar.
Ray Bueno
Santo Domingo, Rep. Dom.
Copyright. All rights reserved. 2010. Ray Bueno
Hoy doy gracias a Dios por darme la gran oportunidad
de mi vida, hacer el amor bajo la lluvia. Cuando la tarde,
iba cayendo y el cielo se tornaba gris, mi vista languidecía
de una forma muy sutil.
Siempre había habitado en mi la fantasía, de hacer el
amor bajo la lluvia algún día. Los dos caminábamos muy
de prisa, porque el cielo estaba muy nublado y lo lejos se
deja ver una casita de zinc exclusiva para dos enamorados.
Entramos a nuestra nueva morada con la intención de hacer
el amor hasta la madrugada. Era algo muy sublime, porque
cada gota que caía nos hacía más sensibles.
De repente comenzamos a sudar como si los dos fuéramos
un gran torrencial. El sonido de la lluvia al caer, era como un
combustible que nos hacía encender.
Todavía hoy esas gotas presvalecen en mi término largo
de memoria, como algo que nunca se borra. Los dos
parecíamos principiantes, no queríamos terminar porque
nos quedaba mucho aguante.
Casi puedo memorizar cada clavo que en el techo clavaron
al fabricar. Los dos nos turnábamos para verlos, mientras
nuestras ojos relampaguiaban hacia el cielo.
Dicha casita nunca jamás la podremos olvidar, porque en
ella los dos supimos amar y nuestros cuerpos
aprendieron a templar.
Ray Bueno
Santo Domingo, Rep. Dom.
Copyright. All rights reserved. 2010. Ray Bueno
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